Don´t be like the rest of them darling... (tumblr.com)en ESA LIGA ENCONTRARAS RESEÑA DE DIFERENTES CARRERAS DE ULTRADISTANCIA.
1 Comentario
FUENTE: https://ochodebizcocho.wordpress.com/2020/12/11/daytona-100/
4:00 a.m. suena el despertador, así 3 veces por semana, a veces antes. Cuando la cita es 5:30 a.m., sabe a gloria.. los placeres que va encontrado uno. Todas las veces sin excepción hay una voz que me dice: qué haces, vuelve a la cama, no te pagan por esto. Todas las veces despierto. Han sido meses de no parar: un metro más, una repetición más, un paso más, un suspiro más.. no parar aunque doliera, aunque por momentos el 100 se sintiera inalcanzable.
No sé si Ella sabe el poder que tiene. En el límite, en la disciplina, en el balance perfecto entre dureza y cariño, se vuelve tu espejo, te enfrenta a todos tus demonios para reconocerte, para ver de qué eres capaz, para fluir y soltar. Y entonces crees, y cuando Ella te dice puedes, solo puedes creerlo y querer más. Llega el día. Y el 100 sigue pareciendo inalcanzable. No he hecho nada cercano a ello. Nunca he pasado 28 horas haciendo algo, ni durmiendo. ¿Cómo podré correr/trotar/caminar por 28 horas? Hago silencio. Luego de una semana, o un mes, de intensos nervios, contando los días, haciendo compras de pánico, hago silencio. Ha sido un camino sumamente ensimismado, en el que mi highlight ha sido correr; como para correr, duermo para correr, y al empezar otro día, vuelvo a correr. Incluso transformé el camino de los que están a mi alrededor, mis interacciones partían de mi necesidad de entrenar. Jero, mis papás, mi hermano, Rima.. todos se volvieron pieza clave para hacer esto posible, para ayudarme a mezclar una vida normal con una pasión desmedida, para poder ser mamá y correr, para que nada me hiciera parar. En mi medalla, sin duda, van tatuados sus nombres. En mi silencio veo a los ojos a los otros que están a punto de emprender el mismo camino. Sonreímos. Suenan los mensajes de una maravillosa tribu que está atenta de todos nosotros. Esos Guts, locos Guts. Que delicia es compartir este camino. Suena también mi familia y familia por elección, que poco entiende esta locura, pero me abraza por el simple hecho de quererla. Tanta y tanta gente a la que le doy las gracias, por pensar en mi, por desearme suerte, por emocionarse conmigo, por creer, por cuidarme. Infinitas gracias a cada uno. Y empieza. Empieza también un diálogo constante con mi cabeza, y la intervención eterna de mi corazón.
Voy sola. Extraños en el camino sonríen. Hay una gran empatía por la hazaña y por el dolor compartido. Todos ahí nos vamos sintiendo igual de jodidos, todos ahí tenemos la misma ilusión de llegar. Porras, pláticas. Mucha gente va acompañada por crews que los siguen todo el camino, en mucha empatía ellos ofrecen ayuda a quienes vamos solos. En mi equipo somos 9 corriendo, y una maravillosa crew que se divide en mil para ir y venir tratando de resolverlo todo.. no hay manera de darse a basto, así que vamos en autosuficiencia. Después de 50 km los pies empiezan a doler.
La sensación es infinitamente positiva, llevo un buen ritmo, me siento bien; cuerpo, cabeza y corazón, vamos avanzando en el mismo sentido. Entro al centro, hay que pasar de un puente a otro. Sé que viene un abasto en el que me espera un Boing. El Boing me da mucha felicidad. Sigo. Ya he parado en varios sanirents que hay por ahí… terribles, pero hay que seguir. Empieza otra carretera, el sol se pone temprano así que alrededor de las 5:00 comienza el atardecer. El cielo ha sido de los mejores compañeros, tanto el amanecer como el atardecer fueron divinos. Mi corazón se emociona porque ya casi cruzo la mitad de la distancia, de 4 maratones estoy a punto de hacer 2, en ese momento ese pensamiento es tremendamente alentador, absolutamente satisfactorio. Ya está completamente oscuro y los pies duelen mucho más, los tengo hinchados, me duelen de arriba por las agujetas, de abajo por las pisadas, del tobillo por el golpeteo, me duelen por todos lados. Sigo. Paro para sacar mi lámpara y chaleco reflejante porque empezará un largo camino a oscuras sobre la orilla de la carretera. A un lado el mar y sus olas, un millón de estrellas y nada más. Ahí ya no voy sola, y la vida se vuelve mucho más bonita por poder compartir el camino, pendejear, reír, desahogar el dolor, ahora voy con un sargento con sabiduría milenaria que me trae en chinga y no me deja parar.
Llega la milla 60. A partir de ahí me empezó a doler todo, necesitaba arrancarme los pies. Entonces empezó una larga conversación entre mis pies y mi cabeza, y mi corazón repitiendo tengo que seguir. A momentos muy de buenas, a momentos mentando madres. 15 kilómetros de silencio profundo solo repitiéndome: tienes que seguir. La noche fue muy fría, como caminábamos a la orilla del mar, el aire era fuerte y helado. Parar en los abastos se volvió contra reloj, cada segundo corres el riesgo de querer parar, de no querer levantarte otra vez, el frío te entume, y el cuerpo te empieza a temblar.
Sigo e incluso sonrío. Llega la milla 80. Todo se apaga. El dolor se vuelve infernal. Estoy segura de que no podré volver a caminar igual, no hay manera, si acabo voy a ser un bulto inservible, en mi cabeza veo claramente la imagen de cómo colapso. Mi estómago, que llevaba un perfecto camino, colapsa, retortijón, nauseas. Ya solo me faltan 32 kilómetros, es menos que un maratón. Como cambian las perspectivas, hace unas horas pensar en dos maratones era sumamente alentador, y ahora 32 kilómetros era completamente desolador.
El sol empezó a salir, un arco de bienvenida nos dijo que ya era Daytona Beach. 18 kilómetros. Lo que corro un día cualquiera, pero a este paso, con este cansancio, 18 kilómetros se vuelven horas. Entonces hay que volverse amigo del tiempo, no luchar contra él, no querer cambiarlo. Lo que es, es. Mientras avanzaba a paso lento entendí que el peor error que cometemos es querer cambiar lo que estamos viviendo, nada es nuestro, nada está en nuestras manos, solo podemos decidir cómo vivir lo que es. Ya una vez la vida me lo había contado en un encierro, y aquí estaba otra vez reafirmándome el concepto. Vulnerabilidad absoluta, quería llorar. Le escribí a Ella, que por horas nos fue esperando a cada uno en la meta.
A 10 kilómetros entramos a la playa. A lo lejos Ella nos grita. Lloro y llora y la abrazo. Sigan, ya casi, aquí las veo. Seguimos. Mentando madres, sonriendo, seguimos. Damos la vuelta y de nuevo entramos a la playa. 3 kilómetros. Aquí el dolor ya no importa. Corro. Ya casi. Se me llenan los ojos de lágrimas, una emoción indescriptible me ahoga, no me cabe el corazón. Un pie delante del otro. Ya casi. Un metro más, un paso más.
28:32 hrs. Un corazón infinitamente lleno, agradecido, entusiasmado. No puedo dejar de sonreír. Al final todo pasa y nada pasa. La mente es muy cabrona y si le damos espacio nos domina. Sin duda hay un factor físico en la ultradistancia, pero la capacidad de entrar en armonía con la mente hará toda la diferencia para seguir. Entendí que para avanzar hay que soltar el ego, ese que quiere cambiar la realidad y quiere controlarla; no es una lucha de poder, sino un rendirse ante lo que es y a partir de ahí decidir avanzar, escuchar el dolor y decidir avanzar, reconocer lo largo que puede hacerse el tiempo y decidir avanzar. Avanzar porque esto es lo que quiero hacer, porque esto es lo que quiero lograr, avanzar porque me he preparado para ello, porque puedo. Y entonces las imágenes catastróficas que llenan la cabeza desaparecen, hoy camino, camino con orgullo porque tengo una hebilla de 100 millas, camino con el recuerdo vivo de una satisfacción inmensa, y camino segura de que nada externo puede tocar quién soy, y mientras esté en centro conmigo, podré avanzar.
|
Guts México"Life of adventure" Archives
Enero 2021
Categories
Todo
|